martes, 4 de mayo de 2010

La importancia de ser la polémica


Como no, otra vez más la cadena Telecinco ha adoptado un nuevo término a su diccionario de la telebasura: los polemistas. Éstos se identifican (pues ya su nombre no deja libertad a la imaginación) por ser personas que no les importa discutir sobre cualquier tema y que, además, no tienen ni pelos en la lengua ni educanción en muchos casos.

El programa al que Vasile aplica este vocablo no es más ni menos que "De buena ley", que lleva desde mayo de 2009 en antena, y que se caracteriza por aparentar hacer justicia, pero que lo único que hacen es tomársela por su mano. El juego consiste en ambientar un juicio televisivo, en el que ambas partes exponen sus argumentos y el juez decide cómo debe solucionarse el problema. Entre tanto, los dichos polemistas discuten sobre quien creen que tiene la razón como si fueran unos tertulianos cualquiera: sin fundamento y con gritos.

Pero sin duda, lo que me llama la atención de este asunto, o mejor dicho, quién me llama la atención, es Mario de Castro, un portero de discoteca de 34 años que suelta por su boca perlas que ni merecen ser nombradas. Pero qué se puede esperar de una persona que alega que "le gustaría ser juez para repartir la justicia a su manera".

Lo que quiero decir es que si ya existe un programa que se toma la justicia como considera oportuno, dándose aires de hacerlo cumpliendo lo establecido en la ley, puede acabar haciendo que algo tan serio como son los derechos y los deberes de las personas, así como su seguridad contra cualquier violación legal, queden archivados como banalidades. Esto, al igual que ya pasó con la prensa rosa, puede repercutir en el desprestigio de los profesionales que velan por hacer cumplir la ley.

Si ya invaden la prensa, la justicia... ¿Qué será lo próximo?

lunes, 3 de mayo de 2010

La importancia de llamarse Belén


Que en nuestro país se premie la ignorancia no es una novedad. Ya en los jóvenes existe la tendencia a creer que los libros, o simplemente cualquier vestigio de cultura o de saber dan alergia. La chabacanería, el analfabetismo y el mal gusto son pilares en nuestra sociedad, y el techo que sustentan es Belén Esteban, pues por muy triste que parezca, nuestro país gira en torno a este personaje mediático.

Sus once años en televisión han traído consigo sus historias amorosas y las trifulcas con los miembros de su ex familia política, dejándonos momentos lamentables y vergonzosos, como es el caso de su polémica clase magistral de historia, cuyo vídeo ya cuenta en Youtube con más de un millón de reproducciones, ¡un millón! Pero estos traspiés no afectan ni son un impedimento para su carrera mediática. Hace unos días ya se anunciaba las intenciones de Christian Salmon, periodista y psicólogo que prepara un estudio sobre la diva que todo lo que toca lo convierte en oro.

Y no sólo eso, ya Pedro Zerolo ha calificado a Belén como una “madre coraje”, o simplemente el comentario y la simpatía mostrada hace un mes por la ministra de cultura, Ángeles González-Sinde, que considera que no sería mala la producción de un tele film sobre la princesa de San Blas. Esto demuestra que si ya desde las “altas esferas” de la política españolas no se refrena y se consiente la adoración de Belén Esteban poco se va a poder hacer para que deje de dar un penoso espectáculo.

Este impacto no se da solamente en televisión. El periódico británico The independent situó a Belén como uno de los personajes más buscados en Google en la semana del 15 al 21 de diciembre de 2009, fecha que coincide con sus operaciones estéticas. Durante esas semanas su nombre subió en el buscador de Internet, según fuentes del diario El Mundo, un 1350%.

Pero como suele pasar, todo lo que sube acaba bajando, y cuanto más alto estés más grande es la caída. El fenómeno Belén Esteban no puede durar eternamente, y algún día quedará relegada al más leve recuerdo televisivo. El problema está en nosotros, en lo que se demanda en esta sociedad que busca el espectáculo fácil, pues siempre existirá un portento televisivo que degrade su propia dignidad esperando los aplausos de admiración de los millones de ciegos que amen su ignorancia.

miércoles, 28 de abril de 2010

La importancia de no saber


Cada vez son más los talk shows que inundan nuestra parrilla televisiva; Sálvame, La Noria, Dónde estás corazón o El diario de Patricia encuentran su origen en El programa de Ana, presentado por Ana García Lozano, que empezó a emitirse en 1994. Sin embargo, encuentro un cambio revolucionario de este tipo de periodismo con la aparición de programas como Gran Hermano, que pueblan a la televisión de tertulianos zafios sedientos de polémica.

Gracias a ello, el papel del periodista queda muy desprestigiado, pues muchos de éstos ni siquiera tienen el título oficial que les acredite como tales. Parece que ahora la nueva escuela son los reality show, pues más importante que poder aportar comentarios de interés, es saber venderse.

Pero no sólo ahí radica el problema, la infravaloración del periodismo también se debe al tratamiento de temas tan banales como aquellos que aparecen en los programas del corazón, temas que nacen de la cuna del propio tertuliano, y que además suscita las peleas, muchas veces verbalmente violentas, entre los colaboradores y el propio protagonista de la “noticia”. Saber provocar, molestar y ser capaz de pasar por encima del otro son las nuevas aptitudes que debe tener el “periodista” de televisión.

Todo esto genera que los verdaderos profesionales, los apasionados, los que de verdad quieren llegar a algo y que además luchan por conseguirlo, queden relegados a la más profunda indiferencia de la población, como si fuera otro más de “esos periodistas”.

domingo, 25 de abril de 2010

OPERACIÓN MORBO


Telecinco, cadena de veinte años de vida, que presume de tener las audiencias más altas, productor de personajillos famosos que no tienen problema en hacer pública su vida. Gran Hermano fue el primero de muchos programas que se hizo conocido por fabricar parásitos televisivos que atraen a los espectadores, solamente hay que ver el número de edición por el que van. Ahora funcionan los gritos, los insultos y la mala educación que forman parte de espectáculo, pero… ¿dónde está el límite?

Ya desde la página web de la cadena podemos hacernos una idea de los contenidos que emiten en ésta. Nada más entrar encuentras la sangre de José Tomás, que recibió una cornada “como la que mató a Paquirri”. Nos dan la última hora, “Imágenes, reacciones y declaraciones exclusivas”, por si nos quedaba alguna duda o por si seguimos estando sedientos de sufrimiento ajeno.

Pero esto no es todo, a continuación nos encontramos con el “edredoning” (termino creado por la cadena desde GH1) que Lorena realiza en el próximo capítulo de Aída; fotos de tenistas desnudos; noticias de diversas índoles, como Amador Mohedano en el próximo Supervivientes, la visita de José Manuel Parada a La Noria; o lo que ocurre en programas como Sálvame o Sálvame Deluxe (por si teníamos poco). El sexo, la polémica y las riñas venden, y por desgracia, Vasile y su equipo lo saben.

¿Cuántos derechos fundamentales tendrán que violar? ¿Cuántas leyes de protección al menor tendrán que dejar de cumplir? ¿Qué hace falta para que digan basta? La basura genera basura, y Telecinco tiene síndrome de Diógenes. El problema está, a mi parecer, en quién es la audiencia. Muchos de estos programas se emiten en una franja horaria accesible a los grupos jóvenes e infantes que ya desde pequeños y en plena edad de formación intelectual se acostumbran a esa clase de contenidos y formas de los que se hacen llamar “periodistas”. La telebasura provoca efectos sobre la juventud cuyas consecuencias aún están por conocer.

Aún así no podemos culpar a la caja tonta de todos los males que nos rodean. Lo que vemos es una mezcla entre lo que producen para nosotros y lo que demandamos, un círculo vicioso. Nuestra sensibilidad va decayendo según las imágenes y acontecimientos que nos tragamos, nos convertimos en unos escépticos, ya no sentimos ni parecemos, sólo comemos todos los argumentos sin sentido que nos sirven en bandeja porque sólo tenemos hambre de comida basura.