miércoles, 28 de abril de 2010

La importancia de no saber


Cada vez son más los talk shows que inundan nuestra parrilla televisiva; Sálvame, La Noria, Dónde estás corazón o El diario de Patricia encuentran su origen en El programa de Ana, presentado por Ana García Lozano, que empezó a emitirse en 1994. Sin embargo, encuentro un cambio revolucionario de este tipo de periodismo con la aparición de programas como Gran Hermano, que pueblan a la televisión de tertulianos zafios sedientos de polémica.

Gracias a ello, el papel del periodista queda muy desprestigiado, pues muchos de éstos ni siquiera tienen el título oficial que les acredite como tales. Parece que ahora la nueva escuela son los reality show, pues más importante que poder aportar comentarios de interés, es saber venderse.

Pero no sólo ahí radica el problema, la infravaloración del periodismo también se debe al tratamiento de temas tan banales como aquellos que aparecen en los programas del corazón, temas que nacen de la cuna del propio tertuliano, y que además suscita las peleas, muchas veces verbalmente violentas, entre los colaboradores y el propio protagonista de la “noticia”. Saber provocar, molestar y ser capaz de pasar por encima del otro son las nuevas aptitudes que debe tener el “periodista” de televisión.

Todo esto genera que los verdaderos profesionales, los apasionados, los que de verdad quieren llegar a algo y que además luchan por conseguirlo, queden relegados a la más profunda indiferencia de la población, como si fuera otro más de “esos periodistas”.

domingo, 25 de abril de 2010

OPERACIÓN MORBO


Telecinco, cadena de veinte años de vida, que presume de tener las audiencias más altas, productor de personajillos famosos que no tienen problema en hacer pública su vida. Gran Hermano fue el primero de muchos programas que se hizo conocido por fabricar parásitos televisivos que atraen a los espectadores, solamente hay que ver el número de edición por el que van. Ahora funcionan los gritos, los insultos y la mala educación que forman parte de espectáculo, pero… ¿dónde está el límite?

Ya desde la página web de la cadena podemos hacernos una idea de los contenidos que emiten en ésta. Nada más entrar encuentras la sangre de José Tomás, que recibió una cornada “como la que mató a Paquirri”. Nos dan la última hora, “Imágenes, reacciones y declaraciones exclusivas”, por si nos quedaba alguna duda o por si seguimos estando sedientos de sufrimiento ajeno.

Pero esto no es todo, a continuación nos encontramos con el “edredoning” (termino creado por la cadena desde GH1) que Lorena realiza en el próximo capítulo de Aída; fotos de tenistas desnudos; noticias de diversas índoles, como Amador Mohedano en el próximo Supervivientes, la visita de José Manuel Parada a La Noria; o lo que ocurre en programas como Sálvame o Sálvame Deluxe (por si teníamos poco). El sexo, la polémica y las riñas venden, y por desgracia, Vasile y su equipo lo saben.

¿Cuántos derechos fundamentales tendrán que violar? ¿Cuántas leyes de protección al menor tendrán que dejar de cumplir? ¿Qué hace falta para que digan basta? La basura genera basura, y Telecinco tiene síndrome de Diógenes. El problema está, a mi parecer, en quién es la audiencia. Muchos de estos programas se emiten en una franja horaria accesible a los grupos jóvenes e infantes que ya desde pequeños y en plena edad de formación intelectual se acostumbran a esa clase de contenidos y formas de los que se hacen llamar “periodistas”. La telebasura provoca efectos sobre la juventud cuyas consecuencias aún están por conocer.

Aún así no podemos culpar a la caja tonta de todos los males que nos rodean. Lo que vemos es una mezcla entre lo que producen para nosotros y lo que demandamos, un círculo vicioso. Nuestra sensibilidad va decayendo según las imágenes y acontecimientos que nos tragamos, nos convertimos en unos escépticos, ya no sentimos ni parecemos, sólo comemos todos los argumentos sin sentido que nos sirven en bandeja porque sólo tenemos hambre de comida basura.